Año electoral

Los años electorales tienen su punto. Por un lado, empezaba a hartarme del navajeo desplegado entre los distintos partidos para hacer ver que los candidatos del contrario son mucho más impresentables que los suyos. Los dos grandes e históricos partidos, ya sabemos que han pastado a sus anchas en el césped nacional, sin que los escándalos que ambos han protagonizado, les haya mermado poder hasta la fecha, pero eso no ha sorprendido a nadie, acostumbrados como estamos al “esto es lo que hay”. En cambio, sí hemos sufrido algunas decepciones tratándose de las formaciones alternativas, no porque sus pecados alcancen el tamaño y la importancia de los profesionales del fraude, ya bien puestos en ese arte, sino porque, aunque no hayamos caído en la trampa de quienes, con todo empeño se han propuesto mantener su estatus aún a costa de medias verdades e infundios completos, el mero hecho de mancharse con errores más o menos importantes, deja maltrecha la reputación de determinados líderes y eso, en política, pasa factura en las urnas con el consiguiente éxito de los contrarios. Porque, aquí, por desgracia, se echa de menos que unos ganen y otros pierdan en base a un argumentario coherente, o a la honestidad sin paliativos, es decir, en base a campañas éticas, transparentes y con un programa claro y bien explicado. En realidad, se gana o se pierde en base a quien tenga menos muertos en el armario, o menos muertos conocidos, claro.

Por otro lado, resulta curioso y a lo mejor hasta conveniente, el hecho de que, en los años electorales, lo imposible se hace posible de repente. Podríamos decir que son años mágicos. El panorama gris, lleno de amenazas más o menos veladas, donde “hay que hacer lo que hay que hacer” según Mariano Rajoy, donde no había y por eso no se daba, más bien se quitaba, resulta, como por arte de birlibirloque, que el agua se convierte en vino y el “puedo prometer y prometo” vuelve a ser la frase del año.

De repente se nos ofrece todo lo que se nos ha denegado en los cuatro últimos años, los presupuestos crecen y el futuro se vuelve de color rosa o azulo cielo, o como cada cual quiera pedir y se compite por ofrecer al elector el detergente que lava más blanco ¡no, el mío más! ¡más blanco aún!. Porque todo es posible, no lo olviden, es año electoral.

En este circo , medio mercadillo de los jueves, medio pelea de perros, donde las vergüenzas de unos y otros afloran y donde las esperanzas se diluyen, una se dice a sí misma que necesita aire fresco y en medio de ese pensamiento estaba cuando abrí la prensa y se me dibujó una sonrisa, pero esta vez de franca alegría.

Me ha parecido fantástico que Manuela Carmena haya accedido a presentarse como candidata a la Alcaldía de Madrid por la formación integrada por Podemos, Ganemos, Izquierda Unida y Equo. De los alcaldables del resto de partidos, nadie puede competir con la talla de esta mujer, como profesional de la justicia y como luchadora incansable por los derechos humanos.

No sé lo que votarán los madrileños llegado el momento de las urnas, pero espero que, ante la situación enfangada de la política, ante el momento crucial que supone el haber roto la tendencia viciada del bipartidismo y sus consecuencias nefastas, ante el rebrote de nuevos motivos para sacar a la calle la ilusión y el protagonismo de la ciudadanía, me resulta impensable que no se vuelquen para que ocupe el lugar que debe ocupar una persona empeñada en cambiar la triste realidad por otra llena de posibilidades y de esperanzas.

Sus escritos sobre “repensar la democracia” y “reinventar la justicia”, me han parecido  absolutamente lúcidos y asentados sobre una lógica irrebatible. Cuando pienso que estamos gobernados por mentes pequeñas, estrechas y encorsetadas en un sistema absurdo, pensado para hacer inamovible una sociedad jerarquizada sobre una base de codicia, insolidaridad, abuso y corrupción, siento que hay que estallar de una vez y empezar a respirar o nos consumirá el hastío.

De momento, cruzaremos los dedos para que figuras como Manuela, copen los puestos de responsabilidad en esta estructura compleja, viciada y llena de grietas que llamamos sociedad.

4 comentarios

  1. Reblogueó esto en Opus bayy comentado:
    Hagan juego, ¿Alguien da menos?…

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